Ser niño no es siempre fácil.
Una maraña de sentimientos, impresiones, sinsabores, de repente, nos amenazan, atenazan, irrumpen en nuestros sueños. Y no comprendemos. Y nos queda un resabio amargo y triste. Pero no comprendemos. E inventamos mil nombres y ocurrencias para nuestro extravío. Y seguimos sin comprender. Y nuestro niño, en lo hondo de nuestro corazón, llora la bicicleta perdida, el agua fría de la ducha, la galleta negada...
Seguir siendo niño tampoco es fácil.
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